No podía dejar de
indignarse cuando, cargado con las diversas bolsas de colores, abría los
contenedores y encontraba plásticos en el del papel, vidrio en el del plástico,
o cualquier cosa de estas en el orgánico.
¿De qué servían sus
esfuerzos por reciclar ante la insolidaridad de los vecinos? ¿Serían ciertos
los rumores de que el camión llevaba
todo al mismo sitio y estaba haciendo el idiota? ¿O esos rumores los creaban
los mismos a los que no les importaba el planeta y querían ahorrarse el trabajo de separar sus residuos?
Desalentado y
sucio, volvía a casa después de tratar de reponer las basuras ajenas en el
lugar correcto.
La madre espiaba tras la ventana su regreso,
como cada tarde, con el corazón en vilo pero henchido de orgullo, la esperanza
de estar indicándole el camino adecuado para mejorar el futuro, unas palabras
de aliento y el baño preparado.Relato presentado al primer certamen de microrrelatos CFE ( http://cfe.es/category/microrrelatos/)
Es muy bonito Eva. Por desgracia muchas personas hemos dudado alguna vez, `pensando si merecía la pena. Felicidades, hacer recapacitar es otra de nuestras misiones.
ResponderEliminarBesicos muchos
Es fácil caer en el desánimo viendo lo que hay, pero si dejamos de aportar nuestros granitos de arena, estaremos, el mundo estará, perdido. Bicos, guapa.
EliminarBuenos principios para mejores finales. Ahí metiendo la cuña.
ResponderEliminarAbrazos de oso.
Una ducha calentita siempre es un buen final, osito.
EliminarBesos guau.
Unas pocas personas pueden cambiar el destino de la humanidad y desde luego tu protagonista es uno de ellos. UN fuerte abrazo, Sotirios.
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