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viernes, 1 de julio de 2016

Efecto tacón


Me recojo el cabello y tu silueta continúa enhebrada a la mía, confirmando que sigues viva en mis gestos.
Con la memoria bañada en cloro mis manos aletean, mi nuca se tensa y mis piernas añoran el ballet. A través del espejo, tú sincronizas a la perfección mis movimientos, como entonces, cuando éramos sirenas siamesas que dibujaban flores en el agua y compartíamos una existencia líquida.
Pero cuando te encaramaste a aquellos malditos zapatos de salón rojos que te anclaron al suelo, la perspectiva te hizo sentir poderosa. Una estela de burbujas doradas marcaba tu nueva senda: vomitar el sudor que te había conducido hasta allí parecía un requisito indispensable para ascender.
Quedé flotando en un limbo extraño, como si una cremallera hubiese liberado mi sombra y derramado mi linfa. El dolor, la nostalgia y el tiempo no cicatrizaron la llaga.
Te busqué y te encontré enferma de champán, nadando sin lágrimas en salivas ajenas al ritmo de la vacuidad. No quisiste, o no pudiste, reconocerme.  Quizá, desde esa altura, el vértigo te impidió vislumbrar los charcos que podían haberte salvado, trazando un último flamenco conmigo, del cuchillo.
Tu sangre diluida en lluvia logró restablecer el equilibrio de los fluidos.






Relato presentado al cuarto bimestre dedicado a los juegos olímpicos en el blog Esta Noche Te Cuento.http://estanochetecuento.com/02-efecto-tacon-eva-garcia/