.

.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Amanece Metrópolis


Lodos de barra

  Siempre intento hacer bien mi trabajo. Es lo único que logro mantener un poco estable en la vida.
  Sonrío a las mamás de las nueve cuando entran a disfrutar su paréntesis de relax, desde que dejan a los niños en clase hasta que abren el súper.  Todos con leche y sacarina, como siempre. El hombre de las doce en punto lo toma solo y sin azúcar. Literalmente. Parece perdido y triste: nunca levanta la mirada. Me gusta ponerle una galletita extra. Las abuelas de las seis piden el chocolate muy espeso mientras esperan, charlando sin tapujos, que salgan sus nietos. El tipo rubio aborrece el café, pero yo disimulo porque es su excusa para ligar. A veces consigue subirse a casa al bollito de turno y deja propina.
  Cuando aparecen grupos  de esnobs  mantengo la calma, me acerco con mi libreta y trato de anotar: dos americanos, cortado en taza grande, un asiático, manchado con sacarina, uno con leche fría, otro largo de café con doble azucarillo,  dos con hielo, tres en vaso , azúcar no, panela, uno con leche sin lactosa y otro desnatada… Después, invariablemente, paso la comanda a mi compañera  para que sea ella la que se equivoque. 


martes, 12 de noviembre de 2019

Maniobras de distracción



  Siempre soñó que mis labios sabían a mar. Lo sé porque a sus ojos era una sirena cantarina que le empujaba a un eterno naufragio. Nunca me lo dijo así, pero solo había que leer  los nudos de su pecho y el ahogo de sus palabras. Como su saliva aliñada con lágrimas hipotecaba la dulzura de cualquier beso, disimulábamos oteando el cielo para descifrar señales de luz y buscar estrellas que nos revelaran alguna senda celeste que pudiéramos recorrer juntos sin amargura. O escrutábamos el océano, por si  la plata de los peces perfilaba para nosotros una ruta salada entre las olas.
  Era ley de vida que algún día cambiara la manera de mirarnos.
  Pero entretanto, nos empeñábamos en devorar cada minuto, cada partícula de sol, cada eco de voz, cada armonía de pensamiento, cada roce fortuito,  cada sombra entrelazada, jugando a construir un mundo furtivo y efímero que nos acogiera. Y sin percatarnos,  ese transcurrir intenso del tiempo, en oleadas de felicidad minúscula, fue la época más hermosa que vivimos.
  Cuando el aire a nuestro alrededor dejó de reverberar, conservamos las manos unidas: teníamos los corazones repletos de ilusión y la mirada madura de los que sobreviven al amor.


Relato presentado a la séptima convocatoria de Esta Noche te Cuento 2019, inspirada en el color azul (https://estanochetecuento.com/02-maniobras-de-distraccion/ )

domingo, 20 de octubre de 2019

Hygia pecoris, salus populi


  Mientras se despiertan sus dedos, rumia que una vez más ha pecado de ingenuo: las esposas le están torturando las muñecas. Tratar de ser coherente no siempre es el mejor camino para sobrevivir. Muchos de los compañeros antitaurinos encadenados a la reja de la plaza han conservado las llaves de los candados y por las noches se van a cenar y dormir a sus casas. Él, como siempre, creyó que debía hacerlo de verdad y lanzó la suya a la fuente.


  Hace años que su madre repite orgullosa la historia de su vocación a quien la quiera escuchar. La candidez con la que a los cuatro añitos, tras preguntar si había que aprender a nadar para pinchar a las ballenas, había declarado muy serio que sería curador de animales. Alguien le enseñó entonces que la verdadera palabra que concretaba su sueño era veterinario. Le pareció la más hermosa del mundo y se apoderó de ella entusiasmado para responder a todo el que le preguntaba qué quería ser de mayor.


  Y lo fue. Por encima de las dificultades de los estudios, de las zancadillas de los compañeros, de las desilusiones de su profesión, de las trabas, de la incomprensión, de la maldad humana,  de los días de guardia sin descanso, de la estupidez y el fanatismo, de las  modas sinsentido, de los usurpadores del mundo, de los destructores del planeta, de la ignorancia cada vez más generalizada. Por encima del precio de las vidas.


  Un podenco destartalado de ojos locos y amarillos se acerca a olerle la pernera del pantalón. Su lengua chorreante le empapa de saliva espumosa. Sin previo aviso, apresa su pantorrilla rasgando tela y piel. Después se dirige gruñendo a un grupo de niños que juegan a la pelota.


  El corazón se le acelera. Por su mente pasan imágenes de protocolos y cartillas incompletas por dejadez, por crisis económicas, por recortes de campañas, por exceso de confianza, por políticas incongruentes, por falta de información, por bulos sin fundamento. Grita tratando de avisar a los policías que ya apenas vigilan a los manifestantes, a las madres absortas en sus móviles, a los chavales ajenos a lo que sucederá. Grita pidiendo ayuda, pidiendo un médico y suero y vacunas, pidiendo que alguien haga algo, que atrapen al animal, que lo pongan en cuarentena. Grita tratando de explicar lo que ha pasado y lo que puede pasar. Grita mientras la sangre hace un charquito junto a su pie y mientras el miedo instala en su mente la idea irracional de que estando amarrado no podrá morder a nadie. Grita de rabia y con rabia.


  Pero nadie le presta atención. Porque son más apremiantes y fuertes los alaridos de una niña que ha intentado acariciar al pobre perrito abandonado, y los últimos aullidos de este cuando algún valiente descerebrado ha creído acabar con el problema partiéndole el cráneo con un monopatín.



Relato participante en Zenda #historiasdeanimales 

https://www.zendalibros.com/tag/historiasdeanimales/ 
Concurso de historias de animales

 


miércoles, 18 de septiembre de 2019

Disoluciones


  Nací con una ciénaga en las entrañas. Cuando cumplí un año, mi padre se marchó de casa avergonzado. Dicen que no pudo soportar ni un día más que el fango de mi llanto le embadurnara la camisa. Mi madre siempre trató de quitarle importancia y me aseguraba que yo era hijo del Rey Tritón.
  Los médicos analizaban desconcertados  el limo lleno de gusarapos que corría por mis venas y mi orina color café. Como nadie sabía decirme por qué el barro ensuciaba todo en mi vida, lo de ser mitad anfibio me pareció lo único verosímil. Andaba buscando algún pantano recóndito al que huir en soledad, cuando te conocí.
  Eras luminosa y transparente. Y no sé cómo lo hiciste, pero tu naturaleza cristalina y sin manchas contrarrestó mi existencia lodosa. Poco a poco, con la efervescencia de tu saliva, mis fluidos se tornaron claros y llevaderos.  A su vez, tu carne incolora comenzó a broncearse y perder fragilidad, y abandonaste tu forro de algodones.
  Encantados  con  la extraña simbiosis de nuestras rarezas, intentamos vivir como personas vulgares. Y un día, paseando por el parque de la mano, nos dimos cuenta de que, por fin, la gente había dejado de mirarnos.

Relato presentado a la sexta convocatoria de Esta Noche te Cuento 2019, inspirada en el color marrón ( https://estanochetecuento.com/02-disoluciones/)

viernes, 30 de agosto de 2019

Amanece metrópolis



La enfermera
  No celebraré jamás que se repita el día en el que  fui consciente de haber llegado tarde al mundo. Ese día que te vi por primera vez y los sarmientos de mis manos rebrotaron con tu fresco alboroto y tu risa líquida, el día que mis bolsillos llenos de aire se inundaron de vana ilusión. Desde entonces me llueves y yo no tengo paraguas, y duele la humedad de mis inviernos, pero aún más el deseable calor de tus pocas primaveras.
  No, no quiero sentirme feliz por el paso de los años que en ti aún salpican destellos dorados y a mí me inundan de plata.
  Conmemorar haberte conocido sería como festejar el principio de mi ruina como hombre. No sé saborear la delicia de momentos intocables, ni empaparme de felicidades intangibles. No sé no poseerte. No sé reconocer mi lugar, ni la realidad, ni los límites. Solo sé que, aunque tú me recuerdes con alegría aquella trampa de la vida que nos reunió y te empeñes en traerme pasteles o algo para brindar, cada ocho de mayo maldigo tu existencia con todos los harapos de mi alma y ahogo un llanto de amargura por la crueldad de este amor anacrónico que me corroe.




http://amanecemetropolis.net/?p=36984