A veces se empeña en que esa cáscara
que habita, ese cuerpo traidor que lastra las alas de su espíritu, no
sea real. Maldice los dientes postizos que aún desean morder manzanas en
un picnic eterno, los dedos retorcidos que sueñan con regalar caricias
de seda, los pies cansados que no pueden conquistar montañas, devorar
bosques, bailar hasta el amanecer. Los brazos que duelen intentando dar
cobijo.
A veces se afeita, se baña en agua de colonia, se viste con traje azul y pajarita roja y empuña el marfil de su bastón. Corta una flor para el ojal en el boulevard y cruza la calle para sentarse en el banco que queda bajo su ventana. Ella le saluda, tímida, detrás de la cortina. Pero el resto del mundo cree que es un fantasma.
A veces inventa un vehículo imposible y diferente que nadie más sepa conducir, la llama y viajan juntos, despacito, a todos los lugares que siempre quisieron conocer. Sin teclados, sin pantallas, sin realidades virtuales. Con el único combustible de un amor a prueba de tecnologías.
A veces quisiera voltear el imparable reloj de arena de la vida, como un supermán desesperado por salvar el mundo que conoce.
A veces se afeita, se baña en agua de colonia, se viste con traje azul y pajarita roja y empuña el marfil de su bastón. Corta una flor para el ojal en el boulevard y cruza la calle para sentarse en el banco que queda bajo su ventana. Ella le saluda, tímida, detrás de la cortina. Pero el resto del mundo cree que es un fantasma.
A veces inventa un vehículo imposible y diferente que nadie más sepa conducir, la llama y viajan juntos, despacito, a todos los lugares que siempre quisieron conocer. Sin teclados, sin pantallas, sin realidades virtuales. Con el único combustible de un amor a prueba de tecnologías.
A veces quisiera voltear el imparable reloj de arena de la vida, como un supermán desesperado por salvar el mundo que conoce.
Relato presentado a la novena convocatoria de Esta Noche te Cuento 2018, inspirada en la foto de Robert Doisneau (http://estanochetecuento.com/12-anacronismos/)