Estos son los micros que me llevaron a ser finalista en mi torneo favorito de las Microjustas: la Sortija. Entre paréntesis, la palabra que debe ser el tema del micro (que es la última del relato precedente en la sortija)
La celadora (arte)
Sacó un bono y acudía al museo cada día para admirar en voz
alta las esculturas magistrales, las pinturas maravillosas. Pero por el rabillo
del ojo no perdía detalle de lo bien
hechas que estaban sus curvas y lo bien que le sentaba el uniforme.
Killing me softly (piedra)
Estrellé todo mi amor contra su corazón impasible, derramé
mi vida a su alrededor sin que se inmutara. Nunca supe decirle que no, a nada,
porque una vez me regaló una sonrisa que envenenó para siempre mi alma.
La luz (vida)
Me despido de los murmullos apagados, del relajante baño a
temperatura perfecta, del latido tranquilizador que me ha acompañado siempre.
Una bofetada de aire, un barullo de sonidos sin tamizar, un contacto hasta
ahora desconocido me arranca cruelmente de la placidez. Creo que he llegado a
mi destino.
Frases hechas (canutos)
Para demostrarle que mentía, no solo hizo la O con el
canuto, sino que llenó el aire de filigranas de humo que representaban todo el
abecedario e incluso formaron palabras. Los que supieron leerlas, alucinaron.
Renacimiento (anterior)
La vi cruzar el patio, peligrosamente armada con sus
tijeritas escolares. Se detuvo frente a la ropa tendida y comenzó a recortar,
con saña, su baby rosa: después se cercenó las trenzas y, con un gesto de
triunfo, las lanzó al pozo. Esa tarde se convirtió en mi heroína.
Sin Paula (golpe)
Ella se quedó muda, él se hundió en la miseria. Ambos
acabaron destrozados entre rejas: sin vida, sin ilusiones, sin alegrías, atormentados
por su ausencia y por el recuerdo de aquella travesura que, aquel día, les pareció tan intolerable como para merecer un
‘buen castigo’.
Bruja (todos)
El de los ojos dulces arañaba su alma; el rubio de ojos
verdes le arrancaba una sonrisa; al gordito de rabo desproporcionado se lo
habría comido. No sabía cuál escoger, todos tenían algo que alegraría su
corazón. Al final se quedó con el negro por pura tradición.
¿Bombones? (llevar)
Era feliz con su camión de reparto. Fantaseaba con las
formas de los paquetes, las caras de los destinatarios, la letra de los
remitentes, imaginando vidas ajenas. Pero aquella tarde su profesionalidad se
desmoronó, cuando tuvo entre sus manos aquella caja roja que debía entregar a
Penélope.
Inseguridad (cae)
Cree que no puede, no sabe que sí. Mira sus piernas, sus
brazos, busca el centro de equilibrio y siente pánico porque no encuentra el
valor. Los demás gritan. Está en peligro: debe cruzar. Cierra los ojos, da el
primer paso, pero después los abre: tiembla y se desploma.
Recursos (voy)
La varita se atascó con tanto hechizo, incrementando
la impaciencia de la reina y el apuro del hada madrina.
―Ya son las cinco, estúpida―espetó la soberana.
―Lo siento, alteza, olvidé engrasarla con aceite de gusano
cojo. Ahora mismo voy a la cocina y caliento el té en el microondas.
Así estoy yo sin ti (Manzanares)
No soy. Mis piernas caminan por mi, mis pulmones respiran
por instinto y mi corazón late por inercia. Extraño por la vida, extranjero en
mi casa. Lo entendí cuando paseando por la ribera de aquel afluente del Jarama,
vi, por tener ojos, un pato despistado.
Gran talento o mínimo esfuerzo (blancos)
Clase de dibujo infantil: María colorea mariposas, Alicia adorna con flores la escena familiar.
El pequeño Luis mira atentamente su
folio en blanco y me lo entrega.
―Es un oso polar camuflado con harina y nata, jugando al
escondite en la nieve―explica sin ningún
rubor.
Depredación y supervivencia
(araña)
Con cada ojo vigilaba una pata, con cada pata controlaba una
presa, con cada presa aseguraba un mes de manutención. Rompí su trampa por pura
maldad disfrazada de interés científico: envidiaba semejante eficiencia. Y ella
reconstruyó su imperio sin molestarse en mirarme, trabajando incansable en sus
asuntos.
El coleccionista (vitrina)
Rubias, pelirrojas, morenas, lisas, rizadas, cortas, largas:
aquella vitrina estaba llena de melenas recolectadas tras largos años de
oficio. Cada noche cubría su calva reluciente con una distinta y se sumergía en
las venas de la ciudad. Le pilló desprevenido aquel violento ataque de piojos
zombis.
Gula (todo)
Sintió el vómito acudiendo a su boca: y lo tragó. Sintió el
asco y la naúsea apoderarse de todos sus sentidos: pero continuó. Percibió su
intestino repleto, desbordándose: rebañó lo que pudo con pan. Ya había
conseguido comérselo todo cuando el estómago le reventó.
Gula 2 (sed)
A pesar de haberle reventado el estómago, bebió cuatro
pintas de cerveza: comer siempre le daba sed. Cuando empezó a chorrear líquidos
diversos por todos los orificios del
cuerpo decidió cambiar de pecado y desató
una ira inmensa a causa de la traición de sus órganos.
Amistades peligrosas (amistad)
Él era de la tribu de los lanceros; ella, escudera por parte
de madre. Conocían al dedillo la historia de Romeo y Julieta pero, entre
bambalinas, cuchicheaban juntos para quedar cuando acabaran las justas y se
reían de semejante destino. Sin embargo, no supieron eludirlo.
Alérgico (hada)
Aquel año tuve que vacunarme contra sus polvos, porque ya no
sabía prescindir de ella. Cualquiera se hubiera rendido a aquella vida mágica y
sin complicaciones, en la que todo estaba a mi alcance solo con pedirlo entre
estornudos.
Hábitats inhóspitos (día)
Amaneció cubierto de rocío, sin recordar quién era, una vez
más. Disfrutó viendo despertar a las
margaritas, escuchando el silencio de los grillos y el canto de los pájaros. Se
hubiera quedado allí eternamente, formando parte de ello. Pero cambió de idea
en cuanto le picó una escolopendra.
Perdida (brújula)
Cada mañana del trabajo a casa y vuelta a empezar con la
rutina ; desayunos, mochilas, compra, comidas, actividades, meriendas, cenas,
cuentos… y a trabajar. Hoy no supe volver a casa y desde la farola, seguí el
rastro de la luna hasta el río para encontrar mi norte.
Microorganismos (despreciable)
Como hay que adivinarlos, sospecharlos, presumirlos: son tan
pequeños, minúsculos, invisibles, mucha gente no cree en ellos hasta que los
padece o hasta que ve sus efectos de cerca, cuando es demasiado tarde. Es
entonces cuando lamentan no haber gastado más jabón.
Amor sordo (verso)
Toda ella era poesía, aunque resbalara con las comas,
tropezara con los puntos y se le atragantaran las erres. Un pestañeo de sus
ojos verdes, un temblor de sus labios rojos, un rizo de su pelo rubio, no
precisaban de mares, corales u oro con los que compararlos.
No más (carbón)
Lo tenía todo planeado: solo podía haber un proveedor en el
pueblo y era Cecilio, el carbonero. Antes de que llegara la noche fatídica,
convertiría su almacén en una enorme barbacoa. Ese año se había esforzado mucho
en ser bueno, merecía una bici, cavilaba mientras contaba las cerillas.
Malage (aprobaría)
Había estudiado mil horas para ser el mejor de la clase,
aprobarlo todo y que ella se fijara en él y cambiara de favorito. Pero entonces
volvió Chipi.
Nobleza obliga (reconocieron)
Llamó a su puerta pidiendo trabajo, desesperado. El hijo fue
el encargado de la entrevista y, en cuanto entró al despacho, ambos se
reconocieron. Chipi había seguido el camino que todos esperaban; la bestia
insana, también. Conmovido, le extendió una nota junto a un cheque al portador.
Sin esperanza (color)
Decían que era daltónico porque no era capaz de ver nada
verde; pero en realidad, era una extraña mezcla de inocencia y pesimismo
crónico.
Lalalá lariroriro (estribillo)
Fue con la misma ducha bajo la que nos martirizaba cada
mañana: se la metí en la boca hasta que ahogué para siempre la cantinela.
Porque ella lo vale (televisiva)
Empieza el día con energía tomando cereales Kellogs con
Colacao, que también lo toma en la merienda porque es ideal, y refuerza sus
defensas con Actimel. Después se sienta en el sofá a hacer la lista de la
compra estudiando los anuncios con ojo
crítico.
Tercer acto, escena patética (calavera)
─Robar o no robar, esa es la cuestión─ declamó, dirigiéndose
a la calavera de un obrero muerto de hambre que sostenía en la mano.
Y el público se deshizo en lágrimas de comprensión.
Mirándote (canal)
Imagino una góndola de hielo resbalando por ese canal,
explorando las profundidades de tu escote, sobresaltando tu ombligo y
deslizándose, cada vez más menguada, hacia el barranco ardiente en el que se
fundirá, entre el oscuro oleaje de tus humedades secretas.
Horas tristes (fin)
Se acabó la diversión, sin tiempos felices. Los unos
respiraron aliviados, los otros suspiraron nostálgicos. Cuando apagaron las
luces, rodaron lágrimas por el anillo en un círculo infinito y vicioso.