El obrero
─Usted es el primero que la abre ─me espetó la sardina más
pequeña dándome un susto de muerte ─así que tendrá que escucharnos.
Arrojé la lata al fregadero como si quemara y juré no volver
a probar el alcohol.
─¡Eh, usted! ¿Le parece bonito, con perdón de los mismos?
Nos contaminan el mar, nos persiguen, nos aniquilan, nos sacan de nuestro banco
natal, nos hacinan aquí inmersas en este líquido pringoso y nos encierran
durante años. Y ¿cuál es nuestro futuro? ¡Un bocata!
Busqué la cámara oculta, pero no había. Como campaña ecologista
me parecía excesiva. Salí corriendo de la cocina: lo peor era que había sentido
empatía.
Las cenizas de Laura
―Usted es el primero que la abre al revés ―señaló la
dependienta un poco enfadada. Me la arrebató con impaciencia y recogió los
exclusivos dulces de diseño.
Yo traté de explicarle que a mí me gustaba solo la caja, sin
bombones repipis de sabor a queso con frambuesas o a licor de aguacate. Me miró
furibunda como si fuera un gusano despreciable y me invitó a abandonar la
tienda inmediatamente.
Era una caja preciosa, perfecta, con forma de casita de
caramelo; te hubiera encantado estar ahí dentro. Pero tendrás que conformarte
con esta lata de espárragos, espero que no te parezca indigno: eran de Navarra,
como tú.
Relatos presentados a la Semana 16 de la VIII Edición de Relatos en Cadena . (http://escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser/ )