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lunes, 19 de enero de 2015

Despojos



El obrero
Usted es el primero que la abre ─me espetó la sardina más pequeña dándome un susto de muerte ─así que tendrá que escucharnos.
Arrojé la lata al fregadero como si quemara y juré no volver a probar el alcohol.
─¡Eh, usted! ¿Le parece bonito, con perdón de los mismos? Nos contaminan el mar, nos persiguen, nos aniquilan, nos sacan de nuestro banco natal, nos hacinan aquí inmersas en este líquido pringoso y nos encierran durante años. Y ¿cuál es nuestro futuro? ¡Un bocata!
Busqué la cámara oculta, pero no había. Como campaña ecologista me parecía excesiva. Salí corriendo de la cocina: lo peor era que había sentido empatía.



Las cenizas de Laura
Usted es el primero que la abre al revés ―señaló la dependienta un poco enfadada. Me la arrebató con impaciencia y recogió los exclusivos dulces de diseño.
Yo traté de explicarle que a mí me gustaba solo la caja, sin bombones repipis de sabor a queso con frambuesas o a licor de aguacate. Me miró furibunda como si fuera un gusano despreciable y me invitó a abandonar la tienda inmediatamente.
Era una caja preciosa, perfecta, con forma de casita de caramelo; te hubiera encantado estar ahí dentro. Pero tendrás que conformarte con esta lata de espárragos, espero que no te parezca indigno: eran de Navarra, como tú.



Relatos presentados a la Semana 16 de la VIII Edición de Relatos en Cadena .  (http://escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser/ )




sábado, 17 de enero de 2015

Wonderland

Cuando truena



    Cientos de galápagos transparentes suben lentamente por mis piernas cubriéndolas de escarcha. Las siento de cristal. Los miro aterrado, imaginando que llegan hasta mi cuello y se quedan allí para siempre, convirtiéndome en una cabeza sin cuerpo que gobernar. Llueve. Las gotas lavan mi rostro de sangre y lágrimas. La lluvia fue la culpable: eso quiero pensar. Olvido la velocidad. Grito desesperado al cielo que he madurado, que he aprendido la lección. Alicia está unos metros más allá, hecha un ovillo. No se ha movido todavía, pero aún lleva puesto mi casco: ojalá los galápagos no se ensañen con ella.


Pues aunque esta es la primera vez que participo en el concurso de Wonderland (http://blog.rtve.es/wonderland/ ), he tenido la fortuna de ser ganadora semanal :). Se puede oir en el minuto 33.30 aproximadamente podcast 17 enero .
O directamente aquí: Blog wonderland 
 



lunes, 5 de enero de 2015

Despojos



Edades
Sin saber por qué, le di un puñetazo al calendario. Como estaba colgado en la pared, me fracturé dos metacarpianos y me sentí ridículo. Además no sirvió de nada: los días, las semanas y los meses siguieron pasando sin inmutarse ni compadecerse. Tu transparencia era cada vez más acusada, tu fragilidad cada vez más dolorosa. Hasta que un día una ráfaga de brisa te borró para siempre. Desde entonces, decidí darle la espalda al tiempo y vivir hacia atrás para recuperarte, pero solo logré perderme en mis recuerdos. Ahora he vuelto a ser un niño.

Amores que matan
Sin saber por qué, le di un puñetazo cariñoso y él me tiró tiernamente de las coletas. Desde entonces nos hicimos inseparables. Incluso cuando el cariño y la ternura abandonaron nuestros gestos transformándose en violencia, fuimos incapaces de prescindir de ellos.

Un roto y un descosido
Sin saber por qué, le di un puñetazo al espejo que no reflejaba la verdad; pero solo conseguí que multiplicara mi imagen. Ignoré la sangre que chorreaba por mis nudillos y grité desesperada. Quería morirme. Fue entonces cuando el murciélago entró por la ventana y se posó en mi mano. Comenzó a chuparme despacio, acaparando mi atención. Su cabecita peluda como la de un ratón, sus alas de goma, sus ojillos negros y brillantes, me parecieron adorables. Poco a poco, al mismo ritmo que yo languidecía, él empezó a ocupar todos los fragmentos plateados. Yo sonreí al verme desaparecer; él chilló al sentirse envenenado.

Disociación
Sin saber por qué, le di un puñetazo a mi sombra: me ponía nervioso que me siguiera como si fuera mi lado oscuro. La maldita trastabilló y, por un momento, se despegó de mis pies. Aproveché para salir corriendo y despistarla. La aceché tras un árbol: estaba desorientada, buscándome, una mancha oscura  huérfana de sentido. Cuando pasó la chiquilla con trenzas, desapareció enredada entre sus faldas. Suspiré aliviado y volví a casa sintiéndome otra persona. A la mañana siguiente reconocí horrorizado la foto del periódico: la niña se llamaba Claudia.



Relatos presentados a la Semana 13 de la VIII Edición de Relatos en Cadena .  (http://escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser/ )