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martes, 28 de junio de 2016

Despojos



Gadgets
Como si de una plaga venenosa se tratara, una tras otra se desmoronan las parejas que Don Eustaquio casó para siempre.
Dicen los mayores que es culpa de la modernidad, que los cuernos no son lo que eran, escarceos prohibidos en el pajar zanjados con sangre o avemarías. Ahora no hace falta salir de casa ni mancharse la ropa, ya nadie conoce a los adúlteros y Don Eustaquio no sabe a quién debe perdonar.
Dicen que las mujeres  de antes escasean y que abundan los hombres sin hombría.
Dicen, porque lo suyo es decir, y porque ni leen ni escriben en esas maquinitas del demonio, gracias a Dios.

El lenguaje de las flores
Como si de una plaga venenosa se tratara, todas las rosas blancas de mi jardín se tornaron rojas el día que te deslizaste bajo mis sábanas.

Redes
Como si de una plaga venenosa se tratara, todos mis amigos de carne y hueso fueron engullidos por el Facebook. Se transformaron en fotos de perfil que compartían ideas manidas, chistes ajenos, pensamientos  enlatados, fotos y videos curiosos, noticias manipuladas. Comenzaron a recordar cumpleaños y felicitarlos pero a obviar regalos y celebraciones. Eran sombras transparentes, diluidas en una red cruel que exigía una ofrenda de tiempo, un sacrificio de vida a cambio de un falso protagonismo virtual.
Fui a buscarlos allá donde se reunían con millones de personas y volví a hacerme su amigo, a su manera.
Cuando conté en mi muro que necesitaba su ayuda, me bloquearon.

Abismo
Como si de una plaga venenosa se tratara, los turistas se quedaron paralizados con sus sombrillas al hombro al encontrar la playa manchada de cuerpos inmóviles.

Pubertad
Como si de una plaga venenosa se tratara, la cara se me llenó de granos, el cuerpo de vello, el alma de inquietud, el corazón de dinamita y la mente de mujeres que jamás volverían a pellizcarme la mejilla con los ojos llenos de tierna adoración.



 Relatos presentados a la semana 34 de la IX Edición de Relatos en Cadena.  (http://escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser/ )

lunes, 20 de junio de 2016

Despojos



Escalas y valores
Cuelgan de las cuerdas de la del quinto violín unas telarañas espesas que atrapan las notas desafinadas del clarinete y las improvisaciones narcisistas del contrabajo. El director trata de esconderla al fondo para no desconcentrarse con las hileras de blancas, negras y semicorcheas que flotan hacia el instrumento evidenciando cualquier  fallo de interpretación.  Ella insiste en que no puede pasarle el plumero porque así garantiza el éxito de todos los conciertos,  pero la verdad es que su imagen polvorienta y descuidada  causa el rechazo de un público que parece preferir que le torturen los tímpanos a que le ofendan los ojos con faltas de higiene sobrenaturales.


Tradiciones
Cuelgan de las cuerdas de la del quinto unas sábanas manchadas de rojo. Padre dice que así debe ser. Madre se santigua aliviada. Fernando baja orgulloso a recoger el resto de sus cosas para mudarse definitivamente con su nueva esposa.
Mientras, yo me deshago discretamente de los restos que mi amiga Lucía, agradecida, ha deslizado esta mañana en mi mano: un tubo de extracción con restos de sangre y el maldito test que había vuelto a virar al rosa.

Noticiero vecinal
Cuelgan de las cuerdas de la del quinto unas sábanas anudadas que descienden hasta el suelo. Después de tantas noches de cerrar los oídos a los golpes y los gritos, la vecindad ha abierto los ojos como platos. No se sabe si el prófugo ha sido él o ella, pero lo que sí es evidente es que la escala de tela no ha sido retirada, quizá a la espera de que alguien vuelva. Por lo pronto podemos afirmar que la paz ha vuelto a la comunidad, a pesar de que un hedor desconocido ha comenzado a invadir el patio. Seguiremos informando.


El juego de las prendas
Cuelgan de las cuerdas de la del quinto unos hermosos carámbanos rosas que ayer eran jerseys recién lavados.  Cuando salga el sol y se derritan, se fundirán con el líquido azul en el que se van a convertir los tejanos congelados  de mi tendal, creando charcos de color violeta con forma de corazón.
Todo empezó en otoño, cuando nuestra ropa caía como las hojas y se enredaba sin remedio en el suelo del patio. Pero ni mis chaquetas ni sus sudaderas lograron romper el hielo entre nosotros.
Estoy deseando ver lo que ocurre en primavera con nuestras camisetas.

Intransigencias
Cuelgan de las cuerdas de la del quinto las llaves de casa que, con poca puntería, me ha lanzado mi hermana. El portero automático no funciona y a estas horas no creo que ningún vecino entre o salga por el portal. Papá dijo que la próxima vez que  llegara tarde no me molestase en volver. Así que me acurruco en un banco explicándole en silencio que no ha sido culpa mía, que cuando salía del instituto, aunque intenté escaparme, aquel hombre me obligó a volver con él. Que he perdido los libros pero tengo deberes para mañana. Que quiero hacerlos. Que me deje entrar. Que tengo mucho miedo.



 Relatos presentados a la semana 33 de la IX Edición de Relatos en Cadena.  (http://escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser/ )

lunes, 13 de junio de 2016

Despojos



Meteoestados
Las mañanas, si no llueve soledad, las pasa bajo el pórtico de la plaza esperando que llegue el autobús de las doce. Invariablemente regala una sonrisa y una pajarita de papel a todos los que bajan de él.
Las tardes, si no luce la tristeza, las entretiene trenzando juncos y flores que después enreda en farolas y bancos.
Pero muchos días no lucen las ganas de confraternizar ni  llueve la alegría y nadie recibe a los viajeros ni engalana el parque. Entonces el resto del pueblo respira tranquilo y sale a la calle sin necesidad de avergonzarse por ese vecino estrafalario que no les representa.


Perra vida
Las mañanas, si no llueve pan desde el quinto, son largas y tristes. Por las tardes, a veces cae un trozo de bocadillo al patio desde el segundo, no siempre al alcance de la cadena. Cuando llega la noche alguien entra con las sobras, da un manguerazo al suelo y llena el bebedero. No siempre es la misma persona. No siempre le hablan. Nunca le acarician. Nunca le desatan.
Un día cae un niño desde el cuarto. Al alcance de la cadena. No es pan, ni bocadillo, ni sobras de comida. No habla. Se acurruca a su lado para que no esté tan frío.


 Relatos presentados a la semana 32 de la IX Edición de Relatos en Cadena.  (http://escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser/ )

viernes, 10 de junio de 2016

Amanece Metrópolis


Fotografía:Jose Luis Martín Belio

Salto vital
  Aquellos carámbanos afilados como dientes de fiera, goteando al escuálido sol de una mañana que no terminaba de eclosionar, impedían que Violeta se decidiese a salir del edificio. No era por miedo al frío o a patinar con el hielo: era por pánico a cualquier cosa que se pareciera a un tiburón.
  Todo había empezado en su bañera infantil, aunque ella era apenas un bebé y no conservaba un recuerdo nítido: tan solo el del terror a la boca desgarradora del pez azul con el que intentaban, paradójicamente, que no llorase durante el ritual diario de agua y espuma.
  Mordió la manzana del desayuno y un escalofrío incrementó su malestar. La imagen de otra mañana, ya perdida en el tiempo,  atravesó sus recuerdos.
―Mami, ¿qué es una quimera?
―Un sueño imposible, cariño.
  Pero  la enciclopedia aseguraba que, además, era un monstruo de tres cabezas y un espantoso pez abisal.
  Sabía que terminar el puzle que abriría su futuro era cuestión de coraje. Tenía las piezas  frente a ella: más allá de aquellos dientes que no eran dientes estaba su quimera. Sólo tenía que pisotear el absurdo recuerdo de un juguete de plástico.
  Un alarido a su espalda, que cualquier otro día hubiera fragmentado la claridad de su pensamiento en mil cristales, esta vez la espoleó. Había llegado más lejos que nunca y no estaba dispuesta a retroceder. La tierra del ficus del hall recibió otra pastilla burlada a la vigilancia de sor María. Respiró hondo, se arrebujó en su chaqueta y dio un paso adelante. Después otro. Abrió la puerta. Salió al porche y, temblando, se detuvo bajo los chupones. Cerró los ojos y dejó que el deshielo la inundara.
  Mientras escalaba aquellos muros que la separaban del mundo que le había sido arrebatado, imaginó al tiburón fundiéndose para siempre en un charco pegajoso y añil.