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Fotografía:Jose Luis Martín Belio |
Salto vital
Aquellos carámbanos
afilados como dientes de fiera, goteando al escuálido sol de una mañana que no
terminaba de eclosionar, impedían que Violeta se decidiese a salir del edificio.
No era por miedo al frío o a patinar con el hielo: era por pánico a cualquier
cosa que se pareciera a un tiburón.
Todo había empezado
en su bañera infantil, aunque ella era apenas un bebé y no conservaba un
recuerdo nítido: tan solo el del terror a la boca desgarradora del pez azul con
el que intentaban, paradójicamente, que no llorase durante el ritual diario de
agua y espuma.
Mordió la manzana
del desayuno y un escalofrío incrementó su malestar. La imagen de otra mañana,
ya perdida en el tiempo, atravesó sus
recuerdos.
―Mami, ¿qué es una quimera?
―Un sueño imposible, cariño.
Pero la enciclopedia aseguraba que, además, era un
monstruo de tres cabezas y un espantoso pez abisal.
Sabía que terminar
el puzle que abriría su futuro era cuestión de coraje. Tenía las piezas frente a ella: más allá de aquellos dientes
que no eran dientes estaba su quimera. Sólo tenía que pisotear el absurdo
recuerdo de un juguete de plástico.
Un alarido a su
espalda, que cualquier otro día hubiera fragmentado la claridad de su
pensamiento en mil cristales, esta vez la espoleó. Había llegado más lejos que
nunca y no estaba dispuesta a retroceder. La tierra del ficus del hall recibió
otra pastilla burlada a la vigilancia de sor María. Respiró hondo, se arrebujó
en su chaqueta y dio un paso adelante. Después otro. Abrió la puerta. Salió al
porche y, temblando, se detuvo bajo los chupones. Cerró los ojos y dejó que el
deshielo la inundara.
Mientras escalaba
aquellos muros que la separaban del mundo que le había sido arrebatado, imaginó
al tiburón fundiéndose para siempre en un charco pegajoso y añil.
Hermosa lectura, Brujita. Como siempre me haces leer y releer, para intentar llegar a tu pensamiento que, como sabes, a veces consigo y a veces, me dejas meditando y, siempre me queda la pregunta: ¿para cuándo la gran obra?. Besos.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado Chamán. La gran obra... no sé qué es, jajajaja. Besos y gracias por estar ahí.
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