La lluvia no cesaba de arremeter contra los
cristales, emborronando la visión de los carteles de aquel cruce en el que me
había detenido.
―Mimí se está enfadando, papi.―susurró
la niña desde el asiento trasero ―Quiere llegar ya.
Sobresaltado, levanté los ojos del mapa y los clavé en el retrovisor. Sus pálidas manitas acariciaban las suaves orejotas
rosas del peluche que nunca abandonaba, mientras aquellos ojos estrábicos de
cristal verde parecían burlarse de mí. Resistí el impulso de gritar, cerré los
ojos y apreté los puños. Empezaron a latirme las sienes.
―Mimí dice que has vuelto a
equivocarte, papi. Como aquella vez. Dice que deberías tomar la ruta 6. Aunque
no quieras.
Un escalofrío me recorrió cuando escudriñé febrilmente el plano con las
manos sudorosas. Efectivamente, la carretera de la costa, conocida como ruta 6,
con sus malditas curvas asesinas y sus barrancos voraces, con su doloroso recuerdo
de imprudencia y de alcohol, de frenazo y cristales, de sangre y muerte, podía
tomarse girando a la izquierda un poco más adelante.
La alternativa era atravesar la montaña, bajo aquel diluvio, por
tortuosos caminos secundarios. Era inexplicable haber llegado hasta allí, de
nuevo, a 200 kilómetros de la autopista.
En el espejo, la traslúcida Paula, sonreía con una espeluznante mezcla
de curiosidad y malicia.

Con el corazón desbocado de terror, me giré despacio. El fantasma de Paula
se había desvanecido, pero allí estaba aquella cosa; desenterrado del jardín y
lleno de barro, con la hemorragia de relleno tras mis cuchilladas, medio
chamuscado por el soplete, maloliente del pozo al que le tiré y sin rastro ya
de color rosa, Mimí me miraba maligno, retándome a desobedecer.
(Relato presentado a la convocatoria 2013 del blog Ruta 6 http://ruta6cantabria.blogspot.com.es/ )
¡Guau ! Ese relato es terrorífico. Me encantan las descripciones, Eva.Un fuerte abrazo, Sotirios.
ResponderEliminarA veces me pongo siniestra,,,JA JA JA,,,, (risa de malota). Un abrazo a ti también, Soti.
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