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lunes, 18 de mayo de 2015

Despojos



Cambio radical
—Y las azules, las del abuelo, ganaron el primer premio— nos contó sin titubear.
Todos nos quedamos boquiabiertos. No podíamos imaginar a Crispín el Matalobos cultivando hortensias y  ganando concursos de flores.  Pero, por supuesto, no osamos contradecir a Paula. Siempre había tenido a su abuelo en un pedestal, como si no supiera que había sido el terror del pueblo, como si ignorara a qué se dedicaba en realidad, como si no se creyera la versión oficial de que había muerto en la serranía, a manos de los alguaciles.
Envidias
Y las azules, las del abuelo, llegaban más lejos que las demás. Porque, aunque nadie se tomara en serio sus teorías, alimentar a las ranas con gominolas las hacía más elásticas a la hora de saltar. Lo del color solo era un efecto secundario que desaparecía añadiendo unas gotas de limón al agua del estanque. También criábamos caracoles cojos y lagartijas de dos colas, para  pasar el verano entretenidos sin hacer daño a nadie. O eso creíamos nosotros, hasta que llegó la carta del SEPRONA con la denuncia por maltrato animal.


El color de la camisa
Y las azules, las del abuelo, las planchaba con especial esmero, porque no podía olvidar que fue el que intercedió por ella para conseguir aquel trabajo. Del mismo modo  siempre dejaba alguna arruga en las blancas, en las del padre, porque siempre tenía presente aquella mano pegajosa abriéndose camino bajo su falda por los rincones; a veces, hasta escupía con rabia en los puños en vez de almidonarlos.

Terapia familiar
—Y las azules, las del abuelo, para ti—sentenció mamá al terminar de repartir las sábanas a todos. Era otro de sus experimentos encaminados a reforzar los lazos entre nosotros.
Yo no dije nada, pero aquella noche no pude dormir. Olían a él; a tabaco, a desprecio por la bañera, a resentimiento oxidado, a tralla de cuero y rigidez, a vino de la taberna  y al perfume barato de la Picaflores.
Por la mañana no fui capaz ni de darle los buenos días, pero noté que él sonreía con lascivia: le habían tocado las sábanas rosas de Margarita.


 
Relatos presentados a la semana 29 de la VIII Edición de Relatos en Cadena.  (http://escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser/ )



16 comentarios:

  1. No tiene ninguno desperdicio, pero mi favorito es El color de la camisa. ¿Tú estás segura de que no tenías el móvil apagado? Besos, contrincanta.

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    1. Fijo fijo, Belén, que me tienen manía, te lo digo yo...;) Besos guapa.

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  2. Coincido con Belén, muy buena cosecha. Eres una máquina, compi. El planteamiento del primero es similar al único mío, pero nada más, jejeje.
    Un besazo, guapa.

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    1. Pues debo estar oxidada y renqueante, porque nadie me echa gasolina. Gracias compi, Bicos

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  3. Coma sempre, dando leccións de inspiración. Eu súo para sacar un medianamente decente.

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    1. Eu non son quen para dar leccións, Edita, só deíxome levar... Bicos

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  4. Difícil elegir, pero el de la terapia familiar tiene mucha miga.
    Aprovecha, vaya ola de inspiración!

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    1. Es mi favorito, Las olas rompen, ya sabes, en un momento u otro...Besos,

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  5. Prolífica como siempre, mi enhorabuena.
    Elegir??? Está difícil esta vez, como otras muchas, quizás, el color de la camisa.
    Me parece más redondo

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    1. El color d ela camisa es mi segundo favorito, para ti si lo quieres Luisa. Gracias y un beso.

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  6. Vaya Eva, esta semana la musas han estado contigo. No sabría cual escoger porque los cuatro me han gustado mucho, cada cual con su temática. Felicidades fértil mujer!!
    Besicos muchos.

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    1. Te voy a contar un secreto, Nani. Tengo una perrita que se llama Musa y me quiere mucho, a ver si vasereso... Besazos mil.

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  7. Me han gustado todos Eva, pero el último me parece el mejor. Hija qué maravilla, qué facilidad de palabra...(qué envidia más cochina jajaj). Enhorabuena guapetona.

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    1. Envidia ninguna, ya ves los éxitos que cosecha mi verborrea.. Un besazo guapetona.

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  8. Menuda producción Salamandra.

    Y por qué la gente no puede dejar en paz al abuelo de Paula, hay que ver como somos. Él que era más feliz que una lagartija con dos colas. Je je.
    Una ternura que me han dejado los dos primeros, machacada por la crudeza de los dos últimos, con los que me quedo. Muy bien montados, sí señora.

    Besos de oso.

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    1. Pues nada, aquí s equedan montados para la posteridad y la stelarañas virtuales, jajaja. Gracias osito, un beso viscoso.

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