Recuerdo lo mucho que me impresionó, durante aquella excursión,
contemplar a un enorme polluelo oscuro exigiendo ser cebado por un
pequeño petirrojo. Don Aquilino nos explicó que se trataba de un pájaro
parásito: el cuco.
Años más tarde aquella imagen me asaltó cuando, una semana después de
enterrar a Isabelita, tras aquella desafortunada y extraña caída, hubo
que internar en un centro psiquiátrico a Claudia, la mayor, totalmente
enajenada. Y todo porque a Fernando se le torció la adolescencia y se
fue apoderando del espacio ajeno, destruyó la armonía familiar,
esclavizó nuestras vidas y nos vendó ojos con un falso amor filial.
Por las noches, le miraba mientras dormía, preguntándome si aquel
retoño que nos agotaba las energías, que había convertido nuestro hogar
en un nido de cuco, en realidad no sería hijo del demonio. Mi instinto
de supervivencia contradecía al paternal; mi cabeza sugería delirantes
locuras que el corazón era incapaz de ejecutar.
Hoy, con el cadáver de mi esposa en los brazos y al ver volar cenizas
y pavesas sobre mi casa, comprendo que puse las razones equivocadas en
la balanza y que, de algún modo, estuvo en mi mano haber evitado el
desastre.
Relato presentado el mes de Octubre a ENTC (Tema; en aquella película de los 70...)
http://estanochetecuento.com/sobre-leche-derramada-eva-garcia/
Qué inquietante visión del Nido del Cuco, Eva. Mucha suerte, guapetona
ResponderEliminarUn besico
En realidad deversión tiene poco, ja,aj.Gracias por tu visita por este mi lar. Un besotazo.
EliminarSuerte, Eva, y felicidades. Noto una fluidez que me encanta. Supongo que lo habrás escrito de un tirón. Me gusta "se le torció la adolescencia..."
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