TOQUE
TRADICIONAL

Los
extrajo con cuidado, los olisqueó y los pinchó con el tenedor. Estaban en su punto, como no podía ser de otra
manera. Se dejó caer sobre una silla otra vez derrotado y olvidó el rape, las
frambuesas y la cena que debía preparar.
Imploró piedad al espíritu de su abuela.
Aquella mujer fuerte y dicharachera que perfumaba la casa de aromas apetecibles
para alimentar el alma de todos: horneaba tartas de fruta cuando rondaba la
infelicidad, espantaba las lágrimas a base de rosquillas, preparaba potajes a
fuego lento para los ánimos tensos, y los días grises, hacía sopa de pescado o
lentejas con chorizo porque aseguraba que el calor de la barriga derretía la
escarcha del cerebro. La mujer que había
renegado de que un hombre quisiera ser cocinero y de la irreverente cocina
moderna. Esa mujer socarrona que enredaba invisible entre sus cazuelas para
atormentarle. O tal vez para evitar que olvidara de quién había aprendido sus
mejores recetas.
https://amanecemetropolis.net/?p=41861
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