Mi abuela sostenía que las nuevas generaciones eran una
involución de la especie, que cada vez éramos más tontos, más aborregados, más
inconscientes, más conformistas. Que eso de la inmediatez nos había congelado
los instintos, que ya no había principios, idealismo ni ilusión. Que el mundo
se iba al carajo lleno de basura por culpa de ladrones de guante blanco que
acumulaban riquezas abstractas a costa de manipular a pobres descerebrados. Se
echaba las manos a la cabeza cuando le contábamos que existían grupos
inverosímiles como los terraplanistas, antinatalistas o conspiranoicos.
La abuela no sabía usar las tecnologías,
pero había leído mucho y decía que la verdadera información estaba en los libros
y en el sentido común. A veces nos
convocaba en la biblioteca y nos animaba a explorar los tesoros que allí guardaba. Juro que por aquel entonces aún había palabras escritas en ellos. Es cierto que
nadie volvió a entrar allí después de su muerte y que la costumbre de leer
papel se perdió para siempre. Me gusta pensar que sus ojos absorbieron la tinta
al mismo tiempo que los conocimientos. No encuentro otra manera de explicar que
hoy, cuando más respuestas necesitamos, solo queden páginas en blanco.
Relato presentado a la tercera convocatoria de Esta Noche te Cuento 2019, inspirada en el color blanco (https://estanochetecuento.com/desconexion/)
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