Abre un ojo: a escasos palmos un reguero escarlata y otro blanco se
funden en rosa, como la mantilla que tejió para su bebé cuando todos le
deseaban un varón, como sus sueños de princesa truncados por el
tiempo, como la ubre enferma de la Marela.
Rosa, como su madre, que insistió en que encontrara un hombre, porque
una mujer sola no es nada ni es nadie. Su hombre, que fue a la taberna
hace horas a llamar al veterinario, que siempre se entretiene, que nunca
está, que volverá de madrugada dando traspiés creyéndose más hombre
todavía.
Abre el otro ojo. La pezuña agresora reposa ahora inocente junto a la
cántara vertida: sólo se ha defendido del dolor, como ella, dócil,
jamás hizo.
Rosa, como su niña que huyó de la aldea para estudiar y tener un
futuro, el charco ya alcanza su mano y enmarca sus dedos. Le duele el
pecho, la cabeza, no puede moverse.
Cierra los ojos: la noche borra la ventana, el camino y su silueta
acurrucada en el suelo, borra la esperanza de que alguien llegue para
evitar que se desangre, borra su consciencia.
Rosa, el alba tiñe de paz, por fin, su rostro cansado.
Relato presentado al quinto bimestre, dedicado a la mujer rural, en el blog Esta Noche Te Cuento
http://estanochetecuento.com/02-sin-color-eva-garcia/
y publicado en la revusta Amanece metrópolis http://amanecemetropolis.net/sin-color/
Doloroso y triste tu relato Eva. Como es la vida de muchas campesinas. Suerte guapa.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Siempre ahí, Nani, perdona por no contestar antes. Gracias, gracias y un besazo enorme.
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