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martes, 17 de febrero de 2015

Alquimias desalmadas

Tengo miedo. Apenas le reconozco.
Primero fueron los corazones y sesos de la casquería: le traía de vaca, de cerdo, de cordero, de caballo… Había montado un alambique y requisado todos los tarros vacíos que yo tenía en la despensa para envasar mermeladas. Creo que no logró destilar nada interesante, porque su frustración flotaba en el comedor como una nube negra, que solo se disipó cuando comenzaron sus charlas con el párroco y las visitas a la biblioteca. Un día llegó exultante: dijo que ya no necesitaba más despojos de animales.
Pero entonces vino lo peor: compró una enorme balanza de precisión, salía solo hasta bien entrada la noche y empezaron a desaparecer los indigentes del barrio. Esta vez la oscuridad se extendió por casi toda la casa; por lo visto la culpa la tenían 21 gramos de diferencia y un tal MacDougall.
Desde que frecuenta ese templo zen, el aire ha recuperado su transparencia. Parece que ahora se ha empeñado en que el alma está metida en la mirada, no sabe con certeza si anclada a la retina o disuelta en el humor vítreo. O al menos eso murmura mientras afila una legra y observa sonriente mis pupilas dilatadas.


Relato presentado a la primera propuesta del 2015 a ENTC, por el 5º centenario del nacimiento de Santa Teresa, incluyendo una de sus frases  http://estanochetecuento.com/57-alquimias-desalmadas-eva-garcia/

2 comentarios:

  1. Madre mia Eva. Qué poco acostumbras a tratar este género con lo bie que lo haces. Escalofriante tu micro. Me ha encantado guapetona.
    Un millón de besos.

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    1. Gracias Izaskun pero yo tengo la sensación de que últimamente me da demasiado por él, jaja.

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