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jueves, 7 de agosto de 2014

Sand Creek


Onawa* escuchaba inquieta los consejos del viento mientras curtía las pieles con sesos; el resultado era muy apreciado por el hombre blanco, aunque ése día todo presagiaba sangre y palabras de serpiente. Presentía que la tribu nunca comerciaría con aquellos cueros en los que se afanaba. Miró al cielo, donde el águila seguía volando al revés, y buscó algún motivo para refrenar el acelerado latido de su corazón. El joven Hache-hi Wattan se detuvo junto a ella con el ceño fruncido: había tratado sin éxito de advertir a Mo'ohtavetoo'o, el jefe cheyenne al que los soldados llamaban Black Kettle, de que las señales para que trasladaran el campamento no podían ser ignoradas: los arapahoes temían por su pueblo.
El frío se hizo más intenso y los coyotes aullaron cuando la tierra tembló bajo los cascos de la caballería de Colorado. La matanza sin contemplaciones de mujeres y niños, la brutal carnicería sin sentido, tiñó para siempre de rojo y de vergüenza las banderas estadounidenses que ondeaban en los tipis. 
Onawa vio morir a su padre, a sus hijos, a toda su gente y juró vengarse, mientras ella misma se desangraba impotente, de aquellos que arrancaron sus cabelleras y miembros para exhibirlos como trofeos. 
Fue después del desfile de Denver cuando, uno a uno, los soldados que habían participado en la masacre fueron muriendo, siempre al amanecer, tras haber soñado ser víctimas de la furia de un bisonte enloquecido. 

 (* Onawa: grandioso amanecer)

Mi participación en  el concurso de microseñales de David Moreno http://microseñalesdehumo.blogspot.com.es/2014/08/17-sand-creek-eva-garcia.html

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