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jueves, 2 de enero de 2020

El socorrista


   Apostaría cualquier cosa a que odiaba bajar a la playa. Juraría que deseaba introducirse en una caracola de esas que le gustaba recoger en la orilla, como un cangrejo ermitaño, para, cobijada en el caparazón laberíntico, desatar a solas su verdadero verano. 
   La observaba cada día esconderse bajo pareos y toallas, envidiando las piernas largas y morenas de sus amigas, sus vientres planos, el desparpajo alegre  de sus cuerpos sin complejos.  Casi podía escuchar su lucha interna, amarga, salada, entre lo superficial y lo profundo, entre razón y corazón, entre deseo y realidad. Palpaba su rabia, su vergüenza y su tristeza. Su fragilidad.
   Presentía su necesidad de ser rescatada de la crueldad del mundo. Y de sí misma.
   Pero, sobre todo, era incapaz de no admirar el halo luminoso que lucía tras  la caricia de las olas, su voz clara, la serenidad de su mirada al impregnarse de mar, la delicadeza de sus dedos dibujando en la arena, el reflejo del sol en su pelo y aquel excitante aroma a isla salvaje e inexplorada.
   Y, desde mi puesto privilegiado, me preguntaba por qué aquellos ojos tan bellos no eran capaces de encontrar en el espejo la hermosura que yo saboreaba.

Relato presentado a la primera convocatoria de Esta Noche te Cuento 2020, inspirada en la belleza (https://estanochetecuento.com/el-socorrista/) 

3 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Me alegra que te guste. Y que hayas encontrado el camino de vuelta. Besos.

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  2. Nunca lo perdí, solamente me había desorientado un poco jajajajaja.Besos.

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