Contratiempo
No quiero sentir, pero siento, un miedo atroz a la
naturaleza inmisericorde del tiempo, al pasar de los segundos, a la pudrición
de los instantes, a la inaccesibilidad de cualquier otro momento que no sea el
ahora.
No quiero sentir, pero siento, la tiranía de su dimensión en
la vida, en este mundo, su hilo conductor entretejido sin piedad en la existencia.
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Foto: Juan Morán |
Contemplo desde mi ventana un amanecer tras otro, evitando
mirar las noches, en la búsqueda de la inmortalidad de los días. Sin mirarme al
espejo, sin atarme a nada ni nadie que desaparezca de mi lado, con la estúpida
ilusión de capturar todas las estaciones en un paréntesis eterno.
Inmóvil. Porque no hay más remedio. Porque sólo así es
posible imaginar que el tiempo no pasa. Absurda, como un mosquito que
sobrevuela el océano o el desierto. Silenciosa por fuera, atronadora por
dentro. Vacía y sin sentido en mi rebelión contra el ser. Entregada al estar.
No quiero sentir, pero lo hago.
Y duele.
Aunque los médicos afirmen
que mis nervios están muertos.