Carcoma etérea
Lo peor eran los
huecos en su voz, más que su mirada perdida: dejaban silencios en el aire, como
pompas de jabón entre las palabras. Denotaban un alma perforada, una mente
esponjosa y un corazón de piedra pómez, frágiles, extenuados, a punto de desintegrarse
por el empuje inexorable del vacío.
Tardó pocos meses en
sublimarse del todo.
Los que aún la
queríamos sospechábamos que iba a acabar convirtiéndose en un gas multicolor y
tratamos de respirarla a fondo para que nunca se nos olvidara el aroma de su
grandeza, para conservar siempre con nosotros el origen de su levedad.
Y es que se había
ido esparciendo por los senderos de la vida en un goteo incesante, sin pensar en
el mañana, sin repostar ni pedir nada a cambio. Y fueron demasiados los que
recibieron alegremente su luz creyendo que lo merecían, sin agradecimientos ni
aprecio, sin recordar siquiera su nombre. Porque así, siendo ella, nunca había
sido nadie.
Conocí personas así. Muy hermoso lo que has escrito.
ResponderEliminarMuchas gracias Javier.Las personas fieles a si mismas que no renuncian a su forma de ser ni a sus principios por "ser alguien" no abundan. Dichosos los que conocemos a alguna. Un beso.
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