Aprensiones
Era un tedioso ritual, necesario, según la abuela, para conservar los
dientes. Así que hacíamos un corro alrededor de la mesa camilla y ella
distribuía puñaditos para que los limpiáramos. El que encontraba más
piedras o granos de trigo tenía como premio el mayor trozo de chorizo.
Yo odiaba el chorizo. Tanto como limpiar lentejas.
Así que un día me desmayé de desesperación sobre mi montoncito y
cuando volví en mí, tumbada en el suelo con los pies en alto, todos me
miraban fijamente con cara de asombro. La abuela, por una vez, se había
quedado muda, mis hermanos tenían los ojos como platos, mi madre estaba
al borde del llanto y mi padre se atusaba el bigote como cuando había un
problema que resolver. Me asusté mucho. Quise gritar que no había sido a
propósito, que no había podido evitar perder la noción de la realidad
imaginándome que las lentejas tenían patas, se me subían por las manos y
me tatuaban todo el cuerpo de lunares. Pero no pude. Porque de repente
vi mi reflejo en el cristal de la alacena y supe que era exactamente eso
lo que había sucedido.
http://amanecemetropolis.net/aprensiones/
¡¡Que bonita eres!! y, que bien escribes. Besos
ResponderEliminarLo que tu digas, chamán... ;) Besos.
EliminarQué bonita imagen nos regalas con este micro. ¿Sabes?También limpiaba las lentejas antes de acostarme cuando era pequeña y se me cerraban los ojos de sueño.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, felicidades.
Besicos muchos.
Siiiii era un latazo!!! Muchos besos Nani!!
Eliminar