
Pero justo la víspera, desde Alemania, llegó el progreso (aquel
mal contra el que Don José nos prevenía cada
domingo) en forma de un enorme paquete para el alcalde. Muchos vimos por primera vez una
bicicleta cuando lo desenvolvió en medio de la plaza, donde lo había depositado
el coche correo.
Mientras daba vueltas saludando sonriente, la gente murmuraba
que, haciendo las Europas, había adoptado costumbres impías, y atribuían al
demonio el prodigio de que aquellas ruedas aguantaran sin descalabrarle. Al
detenerse, comprobamos que, efectivamente, estaba trastornado: anunció, orgulloso,
que ese año haría el trayecto hasta el santuario montado en aquel artefacto en
menos de cinco días, para ahorrar
tiempo.
Doña Finita, siempre tan cabal, le preguntó asombrada:
—Pero… ¿qué harás con el tiempo que ahorres, Paco?
Y él, por una vez, no supo qué contestar.
(Dedicado a mi Chamán y su paso por el Sáhara)
Llevaba tiempo esperándolo. ¡Es precioso! Sabía que algo interesante, que hiciera pensar, tendría que salir de tu genialidad. Llevo casi cincuenta años intentando encontrar la respuesta para Doña Finita y, aunque yo no lo consiga, ahora se que tu lo harás.
ResponderEliminar¡Que bonita eres!
Tu Chamán. Besos.
Me alegra que te guste. Yo no cambiaría disfrutar un camino por ahorrarlo, pero si tuviera un cerdito lleno de tiempo ahorrado, sí sabría qué hacer con él. Besos enormes.
EliminarMe ha gustado mucho, Eva. Un micro que invita a la reflexión de una manera muy desenfadada. Espero que tengas mucha suerte en ENTC. Miles de besos, guapa.
ResponderEliminarGracias Izaskun. Un beso enorme.
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