Esta vez solo llegué a la preselección. Entre paréntesis el tema: la última palabra del micro anterior.
Magia (enamorado)
Sintió que las manos se le volvían ásperas, que su voz era
demasiado ruda y su cuerpo demasiado grande y torpe como para estrecharla entre
sus brazos. Tembló como un niño y a punto estuvo de llorar. Pero ella sonrió transformándole
en un príncipe y todo se volvió fácil.
Argumentos pesados
(hacerlo)
Tiró de mí con insistencia en dirección al granero. El
corazón me latía desordenado. Bum, que sí; bum, que no. Me había depilado. No
debía llegar tarde a casa. Era muy guapo. No debía engañar a Pedro. Le pregunté su nombre, me gustó. Así que ganó el sí.
Compulsión
(tierra)
Su abuela decía que era la pica y que el niño que crecía en
sus entrañas sería oscuro. Ella la comía a puñados y a escondidas: su favorita
era la que estaba llena de gusanos y lombrices. Por eso el tirano nació una
noche de tormenta en el cementerio.
Derecho de pernada
(propiedad)
Todo era suyo. Todo. Menos mi mente. Allí se convertía,
cuando trataba de poseerme, en lo que nadie osaba insinuar que era: un ridículo
espantajo.
Esclavitud literaria
(trilogía)
En el primero ya le había matado. En el segundo, lo
resucitó. Cuando las fanáticas masas que idolatraban a su protagonista
exigieron que continuara la historia, decidió suicidarse.
Borrón y cuenta nueva
(fuiste)
Prometías tanto, mi media naranja perfecta, eras tan
imprescindible que hubo un momento en que sentí que yo ya ni siquiera existía.
Tuve que cortar por lo sano.
Ya no eres más que huesos; se han encargado de ello los
gusanos.
Dignidad (caída)
Solo fue desde el bordillo de la acera, pero fue el peor
batacazo de mi vida. No me hice heridas, ni siquiera me torcí el tobillo.
Apenas me despeiné. Pero ella me estaba mirando.
Nostalgia (mar)
No era el océano de sus ojos, ni la playa de su vientre, ni
las algas de su cabello. No era la brisa de su voz, ni el coral de su corazón.
Era su sabor salado, a mar profundo y antiguo, lo que siguió torturándome tras
nuestra zozobra.
Secuestro
(Aguilera)
Sus dedos y sus piernas apenas le sujetaban ya, el sudor le
escocía en los ojos. Por fin había llegado al nido superando el vértigo; había
cosas que no se podían tolerar. El águila no estaba y su bocata de chorizo
seguía intacto entre pelos de conejo y plumones.
El ciego de la
esquina (guapa)
Aquella mañana había optado por un sombrero de mago, una
túnica romana y unas botas de pocero. Sin nada más debajo, como siempre. Salió
con su mejor sonrisa a recolectar el
deseado piropo que mantenía viva su ilusión de todos los días.
Rastros de caricias
(mitón)
El director nos hizo formar a todos en el patio. Preguntó
quién había sido. Ante el silencio general, procedió a revisar nuestros
uniformes. Saqué pecho: había guardado el guante bajo mi almohada para
conservar la fragancia del cabello de su hija.
Hipocresías
(babor)
Se cuadraba a estribor delante de los padres de Belinda.
Trataba de estar en el trabajo siempre en
la proa, despreciando a los de atrás. A veces lloraba en la popa, porque
realmente, él escoraba a babor y solo se le notaba cuando estaba con sus
colegas de cañas.
Oda al plátano
(plátano)
Oro parece, dicen,
ese fruto tan dorado,
tan huérfano de redondeces,
tan por todos afilado,
Un oso cantó sus virtudes
a un niño asalvajado
y desde entonces se pela
con ritmo selvoafricano.
Plátano de mis delicias
yo te devoro en las noches
sin magnesio ni potasio .
El gusanillo
(conciencia)
Lo encontré en una manzana, de casualidad. Casi me lo como.
Pero empezó a echarme la bronca y decirme lo que tenía que hacer y lo que no.
Pensé que igual algún día me resultaba útil y lo conservé en una caja de
cerillas.
Pasarela Cibeles (chicha)
Allí no iba a encontrar nada de mi gusto. Y los
estrafalarios modelos que envolvían a aquellos saquitos de huesos no ayudaban
precisamente. Fue en el guardarropa donde, disfrazada con suspiros de
resignación y sueños de gloria, hallé una mujer de verdad, con curvas en las
que perderse.
Balines (medio)
Tras discutir una hora sobre quién había sido el autor del
disparo mortal, decidimos repartirnos el triunfo salomónicamente. Yo conté que
había hecho estallar la cabeza de una rata y él que había reventado sus tripas.
Estrategia de venta
(potenciales)
No parecía muy convencido, así que tuve que recurrir a mi
mejor labia: necesitaba mudarme cuanto antes. Le dije que las hermosas formas
de la casa eran estilo Gaudí y que la decoración de la fachada era exclusiva,
algo muy demandado por otros ilustres cangrejos ermitaños.
Alegato (sueño)
Me hipnotizó con un melón atado de una soga, tuvo que ser
eso: o alguna pócima que escondía en su botijo y yo me bebí como agua. Porque
de repente me desperté, como recién salida de un sueño, y estaba en el granero,
desnuda y satisfecha.
Sinonimias (sinónimos)
Siempre decías que amar es lo mismo que perdonarlo todo, que
perdonar es igual que olvidar, que olvidar es el lubricante imprescindible para
seguir adelante en la vida. Ahora me acusas de no amarte: pero yo te he
perdonado, he olvidado e intento seguir viva. Sin ti.
Conclusión (nada)
¿Se puede sobrevivir siendo solo una cáscara vacía? Pensaba
que era imposible, que siempre habría algo dentro: un filete de corazón, una
rebanada de cerebro o una cucharada de alma que, en algún momento de la vida,
emitieran una señal de empatía al universo. Eso fue antes de conocerte.
Prácticas de física (fundo)
Soplete en mano, pruebo con el helado: efectivamente se
derrite. Después con la vela a Santa Águeda que tiene mi abuela en la
hornacina: acelero, supongo, sus deseos. Por último experimento con la
especialidad de mi madre, según mi padre: las monedas tardan más que los
billetes.
Ferrocarril
(ventanilla)
No quiero separar mis ojos del cristal, no quiero perder ni
un kilómetro. Alguien se disculpa por darme un codazo y un niño, sentado frente
a mí, llora con desconsuelo. Me aíslo. El paisaje infinito parece una película.
Quiero recordar el camino, quiero grabar cada fotograma de mi huida.
Arcadas (lamidos)
Empezó a verse su cara por todas partes, con la sonrisa
hipócrita del que manipula conscientemente, con el descaro del que se cree en
posesión de un buen pasaporte. Lamiendo traseros y otros órganos ajenos, se
introdujo en sus gargantas hasta hacerles vomitar a todos su nombre.
El chino (condenado)
Enseñó sus manos limpias, su mochila, sus bolsillos. Explicó
que había estado en la biblioteca estudiando, y que podían ir a corroborarlo
allí. Pero no le quisieron creer. Necesitaban un culpable de las pintadas y les
convenía que fuera él.
Supervivencia (ella)
Ella prefirió vivir debajo de una piedra a que la lapidaran
cada día. Hasta que se convirtió en alacrán.
De letras y otros
garrapateos (escribir)
Aprendió con un canuto y una regla de cinco centímetros y no
sabía desenvolverse sin ellos. Pero la vida le sonreía como chupasangres.
Generoso (quilos)
Le dio todos los quilos de amor que tenía y se quedó más
seco que la mojama. Pero feliz.
Mal de ojo (celar)
Notó que le crecían las orejas y el pelo se le caía a
mechones cuando empezó a salir con la mejor amiga de su novia.
Líder de modas en
ciernes (inmortales)
Probó mil lociones de farmacia, el remedio del vinagre de
toda la vida e incluso la gasolina que había sugerido su abuelo. Pero eran
indestructibles. Así que no le quedó más remedio que impulsar, en el colegio, el
rapado integral de cabeza como último grito.