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viernes, 21 de marzo de 2025

Amanece metrópolis

 

Romper la magia

  Era tal su felicidad cuando nos reencontrábamos cada verano en nuestro campamento que nunca me atreví a confesarle la verdad: que yo no tragaba fuego porque descendiera de dragones, que la barba de mi tía era falsa, que mi padre realmente no cortaba a mi madre en pedazos para después recomponerla, que la momia de loro azteca era una paloma disecada y el argonauta de la vitrina una curiosa especie de pulpo y no un héroe de la antigüedad castigado por los dioses. Pero aquella tarde decidí sincerarme por fin.

  La desilusión mitigó el brillo de sus ojos y yo me sentí pequeño y vulgar. Traté de hacer brotar su risa de cascabel con los viejos trucos de materializar el as de corazones rebuscando en su escote y rescatar una paloma blanca perdida bajo su falda, pero ella se sacudió las monedas de las orejas, y dio una patada a la  ristra de pañuelos de colores que me había sacado de la boca antes de besarla. Me miró como si le hubiera arrebatado la alegría de vivir.

 Me acusó de tomarla por una ingenua y, muy ofendida, desplegó unas alas irisadas que yo no le había visto jamás y echó a volar hacia el interior del bosque dejándome boquiabierto.


 

 

https://amanecemetropolis.net/?p=63815 

sábado, 15 de febrero de 2025

Tralará

 

  


   Va despacio, porque le da mucha pena. Primero besa con dulzura su manita y después acaricia la mejilla sonrosada para despertarle. Él abre los ojos y protesta. No quiere ir al cole.

   La madre le hace cosquillas, le dice que, como los pájaros han cantado y las nubes se han levantado, puede ponerse la camiseta de superhéroe. Que aún tiene millones de cosas que aprender, que jugará con sus compañeros en el recreo, que lo pasará chachi piruli. Y que cuando vuelva a casa con hambre de seis semanas, comerán ensalada, naranjitas y limones, como comen los señores.

   El niño vuela hacia la escuela, como las liebres por el mar, escudriñando los árboles por si hay agazapado algún lanzador de piedras de los que hacen caer avellanas de los ciruelos.

   Ella lo vigila, desgarrada, desde la ventana. No es bonita, ni lo quiere ser, y, aunque sepa leer, escribir y la tabla de dividir, no se casará nunca con un rey que le pague las facturas. Así que, como cada día, se dirige al monte lleno de asquerosas sardinas corredoras donde trabaja e intenta ser la más fea bajo la mirada sucia del barquero.

   Va deprisa, harta de contar mentiras.

 

Relato presentado a la segunda convocatoria de Esta Noche te Cuento 2025, inspirado en MENTIRAS  ( https://estanochetecuento.com/tralara/

 

viernes, 3 de enero de 2025

Amanece metrópolis

 

                                                                          Hikikomori

  Hoy, María ha desobedecido sus instrucciones y, mientras parloteaba sobre mohos oscuros y efluvios malignos, ha corrido las cortinas del cuarto y ha abierto las ventanas. El olor a primavera, la luz de abril, el sonido a vida y el calor dulce de un rayo de sol han invadido la estancia arrancándole una lágrima para la que ni él mismo estaba preparado.   Durante noventa segundos se ha permitido saborearla en silencio, antes de vociferar que cerraran todo de nuevo.

                                                                          Minuto y medio. Más que la última vez.

 

 https://amanecemetropolis.net/?p=62962

 

miércoles, 1 de enero de 2025

Descensos y ascensos

 


  Salía de casa a las seis de la mañana, y puedo asegurar que mi vida era mejor gracias a la claustrofobia. Sin ella no habría conocido a Don José, el del cuarto, que me esperaba en el rellano para invitarme a café y tostadas. Ni a Felipe, el ingeniero divorciado del tercero, que me proponía, antes de meterse al ascensor, algún plan para la tarde. Y qué decir de Margarita la del segundo, que preparaba dos fiambreras idénticas de comida, para su marido y para mí. Con Luisa, la del primero, desde que puso el felpudo de BIENVENIDO, estaba hasta las ocho. Abandonaba su piso recién duchado y con una sonrisa. Cuando llegaba al bajo salía Alfredo con los niños, que, de camino al cole,  me acercaba en coche al trabajo para que no tuviera que coger el metro abarrotado. Y menos mal que ocupaba un despacho en las amplias oficinas de la segunda planta: solo tenía que detenerme en la primera para asegurarme de que López no había intentado ganar terreno con algún agasajo al jefe más valioso que los míos y que Verónica, su secretaria, aparte de mantenerme informado, seguía estando  dispuesta a hacer cualquier cosa por mí.

 

 Relato presentado a la primera convocatoria de Esta Noche te Cuento 2025, inspirado en ESCALERAS ( https://estanochetecuento.com/descensos-y-ascensos/ )

domingo, 8 de diciembre de 2024

Microlente

 

  Estiras tu sábana preferida, la de seda azul: mar de tantas travesuras, océano de mil batallas y escenario de naufragios. Una arruga rebelde, como una ola, surca el hueco podrido que divide la cama en dos, justo donde se desvaneció la manzana y quedaron los huesos fríos de la pasión, donde comenzó a crecer aquella margarita de pétalos indecisos.

  Una lágrima enfoca tu mirada distraída y vuelves a ver la tersura del color, del tiempo, de tu piel, de la seda. Sientes el sol de abril pintando sombras dulces en la primera mañana y el trino de un zorzal acariciando el momento. El sabor refrescante de la dicha reflejada en sus ojos, la ilusión temblando como estrellas en los tuyos. La manzana mordida. El azul impoluto. La inexistencia de las margaritas.

  Es la misma lágrima que desenfoca los escombros grises que proliferan bajo el somier y las telarañas negras de la ventana,  la  que se evapora cuando oyes sus pasos tambaleantes subiendo por la escalera antes de escuchar la llave que abre el cerrojo de la habitación.

 

 

Relato presentado a la octava convocatoria de Esta Noche te Cuento 2024, inspirado en el concepto NEPAKARTOJAMA   (https://estanochetecuento.com/microlente/)

viernes, 18 de octubre de 2024

Amanece metrópolis


Sin

  Llevo un par de meses cuidándome para esta prueba: sin grasas, sin azúcar, sin alcohol, sin tabaco, sin café, sin excesos de ningún tipo, tratando de minimizar cualquier resultado tenebroso. Como si en unas pocas semanas pudieran enmendarse los daños de toda una vida. Respiro profundo antes de tumbarme en la camilla con el pecho descubierto. Pienso que la doctora que teclea el ordenador estará acostumbrada a descubrir lo más íntimo de las personas. Sabrá reconocer de un vistazo los corazones grandes, los tiernos, los rotos, los duros…Me pregunto si podrá ver  a todos aquellos que ocupan el mío, incluido a ese que habita en secreto en lo más profundo. 

  Se acerca y confirma mi nombre, edad y peso con un rictus de hastío. Tal vez haya adivinado que no tengo nada especial por dentro. Con voz seca me ordena girarme y extender el brazo  y, sin previo aviso, me embadurna de un gel frío que me sobresalta. La postura me martiriza la espalda y la cadera y dejo de retener mis latidos, que escapan al galope. Con la desconsideración de la rutina y cierta saña, la mano clava el transductor en mis costillas, en el esternón, bajo el diafragma, y se recrea presionando la piel sobre el hueso. Solo se detiene al adivinar soplos y válvulas imperfectas ignorando mis gemidos de dolor. La voz me advierte de que o me relajo o será una lucha entre ambas. Trato de evadirme y no escuchar los burbujeos de mi sangre que retumban en la cabina. Cierro los ojos. Cuando acaba la tortura los abro y miro el rostro impertérrito de la mujer que acaba de observar mis entrañas. Deja una bola de papel sobre mi vientre y se aleja sin una palabra, sin la más mínima empatía, sin dejar traslucir si lo ha encontrado es bueno o malo. 

  Mientras  trato de limpiarme tanta pringue y tanta ansiedad, se me ocurre que para dedicarse a escrutar corazones ajenos tal vez sea necesario carecer de uno propio.

 

https://amanecemetropolis.net/?p=62140