Salía de casa a las seis de la mañana, y puedo asegurar que mi
vida era mejor gracias a la claustrofobia. Sin ella no habría conocido a Don
José, el del cuarto, que me esperaba en el rellano para invitarme a café y
tostadas. Ni a Felipe, el ingeniero divorciado del tercero, que me proponía,
antes de meterse al ascensor, algún plan para la tarde. Y qué decir de
Margarita la del segundo, que preparaba dos fiambreras idénticas de comida, para
su marido y para mí. Con Luisa, la del primero, desde que puso el felpudo de
BIENVENIDO, estaba hasta las ocho. Abandonaba su piso recién duchado y con una
sonrisa. Cuando llegaba al bajo salía Alfredo con los niños, que, de camino al
cole, me acercaba en coche al trabajo para
que no tuviera que coger el metro abarrotado. Y menos mal que ocupaba un
despacho en las amplias oficinas de la segunda planta: solo tenía que detenerme
en la primera para asegurarme de que López no había intentado ganar terreno con
algún agasajo al jefe más valioso que los míos y que Verónica, su secretaria, aparte
de mantenerme informado, seguía estando dispuesta a hacer cualquier cosa por mí.
Relato
presentado a la primera convocatoria de Esta Noche te Cuento 2025,
inspirado en ESCALERAS ( https://estanochetecuento.com/descensos-y-ascensos/ )
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