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sábado, 26 de junio de 2021

Tesoros incomprendidos

 


  Recuerdo haberlo visto en casa toda la vida: calzando la mesa del salón si había comida solemne, de pisapapeles sobre las cartas que mi padre enviaba desde ultramar hasta que venía la prima Rosaura a descifrárnoslas, sujetando la hoja de la ventana que daba al huerto cuando la brisa jugaba traviesa a cerrarla. Yo lo usaba para alcanzar la lata de caramelos del aparador y mi madre para meter entre sus páginas las flores que le regalaba a escondidas don Felipe. Era el único libro que teníamos. Con tapas azules, sus hojas amarillas garrapateadas con tinta negra y dibujos de cucarachas jamás despertaron nuestra curiosidad.
   Pero un día vino un hombre distinguido, con gafas y una carta que habían recibido en la universidad antes de la guerra, preguntando por el bisabuelo Manuel. Habló de que era un pionero, de nuevas especies de insectos. Mi abuela le contó que lo habían matado las avispas años atrás mientras husmeaba en el hueco de un olivo. A mí se me ocurrió enseñarle el viejo mamotreto. Su entusiasmo al descubrir que era el cuaderno de campo del bisabuelo solo fue comparable al enfado de mamá al ver desparramadas sus flores secas por la alfombra.

 

Relato presentado a la cuarta convocatoria de Esta Noche te Cuento 2021, inspirada en la sorpresa y el asombro ( https://estanochetecuento.com/45-tesoros-incomprendidos-fuera-de-concurso/ )

Y en Amanece metrópolis 

viernes, 4 de junio de 2021

Amanece metrópolis

                                                                                   El fotógrafo

  Alguna vez tuvo alma, puedo dar fe de eso,  no me preguntes cuándo ni dónde la perdió, yo no se la robé. Ahora es etérea, pero no fue repentino. Venía de atrás.  Mira la mano que sujeta la copa. No parece la misma que aplaudía con la música que tanto amaba, que acariciaba a vuestro bebé, que sostenía el pincel chorreando colores, que enredaba tu pelo y arreglaba tu corbata, que tapaba su rostro para que no la vieras llorar. Mira esa sonrisa triste, que no le llega a los ojos, forzada para el instante. Es ella, pero no es. Nada que ver con su alegría brillante y su rostro amable con todos, con su modo beatífico de ser. Mira esos hombros sin energía, esa postura vencida. Ahí ya cargaba con un peso invisible para los demás. Y la falda arrugada y los zapatos sin lustre… ¡ella! Observa el pelo descuidado, falto de horquillas. Y las flores del jarrón sobre la mesa. Inconcebiblemente mustias, sin gracia.

  No. Yo no le robé el alma, solo traté de apoderarme de su belleza, esa que decidió entregarte para siempre.

  Quiero que  te reconozcas como el único culpable de todo esto. De su frágil transparencia, de su vacío interior, de su transformación en una cáscara sin vida. Tú, que la encadenaste con ese anillo en nombre de un amor que no le sabías demostrar, que ni siquiera sentías, que la condenaste a morir por dentro de desilusión.  Que me la arrebataste.

  Y de eso quedará también constancia. Por eso será esta imagen suya, donde ya casi ni se la ve,  donde parece un fantasma, lo último que mires antes de que te dispare a ti. 

 

http://amanecemetropolis.net/el-fotografo/