Hikikomori
Hoy, María ha desobedecido sus instrucciones y, mientras parloteaba sobre mohos oscuros y efluvios malignos, ha corrido las cortinas del cuarto y ha abierto las ventanas. El olor a primavera, la luz de abril, el sonido a vida y el calor dulce de un rayo de sol han invadido la estancia arrancándole una lágrima para la que ni él mismo estaba preparado. Durante noventa segundos se ha permitido saborearla en silencio, antes de vociferar que cerraran todo de nuevo.
Minuto y medio. Más que la última vez.
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