A veces presiento tras
la ventana la sombra turbulenta de la fábrica abandonada, de su esqueleto de
chimeneas erectas que me hacen pensar en el día que la rescaté. Habíamos
quedado Antolín, Felipe, Roque y yo en el viejo almacén de bobinas. Allí, tras
un bidón vacío, escondíamos las revistas y los cigarros, y pasábamos las horas explorando
juntos la supuesta hombría bizarra de los quinceañeros.
Ese sábado, Felipe, cansado
de inspirarse con el manoseado papel
couché de siempre, sacó la foto del bolsillo. Esa foto en la que papá te abrazaba
en la playa, ambos erizados y mojados de mar. Quizá se la diste tú, jamás
pregunté cómo la había conseguido. Le pegué un puñetazo chorreante de rabia, se
la arrebaté y salí corriendo. Aquella tarde perdí un amigo y quedé como
defensor de un honor familiar que me importaba un carajo.
Años después , cuando padre
solo es un montón de cenizas y tú ya ni me hablas, aunque madre se suicidara por culpa de vuestra traición, aunque tiempo atrás recortase
tu cuerpo de sirena y lo pegara junto al mío, aquí sigo, atormentado por la
inmortalidad de ese abrazo que jamás logré que me dieras a mí.
Relato presentado a la cuarta convocatoria de Esta Noche te Cuento 2020, inspirada en la fotografía (https://estanochetecuento.com/14-salome/ )
No hay comentarios:
Publicar un comentario