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viernes, 30 de junio de 2023

Amanece metrópolis

Imagen de Nos Nguyen en Pixabay


Salomé

  A veces presiento tras la ventana la sombra turbulenta de la fábrica abandonada, de su esqueleto de chimeneas erectas que me hacen pensar en el día que la rescaté. Habíamos quedado Antolín, Felipe, Roque y yo en el viejo almacén de bobinas. Allí, tras un bidón vacío, escondíamos las revistas y los cigarros, y pasábamos las horas explorando juntos la supuesta hombría bizarra de los quinceañeros.

  Ese sábado, Felipe, cansado  de inspirarse con el manoseado papel couché de siempre, sacó la foto del bolsillo. Esa foto en la que papá te abrazaba en la playa, ambos erizados y mojados de mar. Quizá se la diste tú, jamás pregunté cómo la había conseguido. Le pegué un puñetazo chorreante de rabia, se la arrebaté y salí corriendo. Aquella tarde perdí un amigo y quedé como defensor de un honor familiar que me importaba un carajo.

  Años después , cuando padre solo es un montón de cenizas y tú ya ni me hablas,  aunque madre se suicidara por culpa de  vuestra traición, aunque tiempo atrás recortase tu cuerpo de sirena y lo pegara junto al mío, aquí sigo, atormentado por la inmortalidad de ese abrazo que jamás logré que me dieras a mí.

 

https://amanecemetropolis.net/?p=57038 

 

2 comentarios:

  1. Qué bonito relato, hada del norte!!
    Besicos muchos.

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  2. Gracias Nani!! es un lujo poderte leer siempre y encontrar tus comentarios cálidos Mil besos

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