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viernes, 2 de abril de 2021

Virginia

  La descubrí por casualidad. Estaba camuflada con la corteza de una pseudoacacia chupando las flores de pan y quesito. Movía los labios como si le contara al árbol un secreto. Desde entonces convertí el reto de buscarla en mi pasatiempo preferido. A veces la divisaba sumergida entre las margaritas,  vestida de blanco y amarillo. Otras, completamente de negro, como  prolongación de la sombra de un muro, o de azul y verde, fundiéndose con la orilla del lago. Su habilidad para pasar desapercibida me fascinaba. Nunca observé que tuviera compañía ni hablara con nadie.

Dibujo de Paloma Casado
  El día que, de gris piedra, se difuminaba con un banco en el que estuve a punto de sentarme, decidí hablarle. De inmediato, su rostro se volvió grana como la sangre. Se levantó azorada y corrió hacia un arriate de rosas rojas desde el que me miró de reojo. Lamenté haber provocado aquella reacción, traté de acercarme para pedir disculpas y fue peor: huyó de mí dejando un surco cada vez más profundo en el suelo, hasta que la tierra, por fin, se la tragó.

  Nunca volví a encontrarla. Pero a veces acaricio el tronco donde la vi por primera vez suplicándole que me desvele su nombre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Relato presentado a la tercera convocatoria de Esta Noche te Cuento 2021, inspirada en la vergüenza y la confusión (ENTC )


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