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miércoles, 9 de julio de 2025

¿A qué huele un inocente?


(Autora: Maria José Escudero)

  Leo se pasaba horas en la cuneta cronometrando lo que tardaba cada ser en atravesar la carretera que dividía el pueblo. A distancia, si alguno no conseguía cruzar, debía percibir su olor o su alma abandonando el mundo, porque abría los ollares  y me susurraba que habían atropellado a un erizo, a una culebra o a un escarabajo pelotero. Sospecho que disfrutaba, incluso lo propiciaba: cuando despanzurraron  al perro que me había mordido, me lo contó orgulloso. Era su única amiga, a su modo, me quería.

  La  tarde que, tras abandonar arrebolados y felices  el granero, Santi me despidió con un beso apasionado, un camión salido de la nada le arrolló. Mis gritos de horror se congelaron cuando vi a Leo en el arcén,  pálido, silencioso, ignorando el cuerpo desmadejado, absorto en los restos espachurrados de una bonita lagartija verde.  Me miró con repugnancia y no volvió a hablarme.

 Desde entonces, tuve que aprender a volar como los pájaros sobre la despiadada trampa de asfalto viscoso para protegerte, conteniendo  apenas las náuseas, sintiendo tu latido dentro, imaginándole olisquear satisfecho nuestros cadáveres aplastados entre las ruedas de una furgoneta y escrutar mis vísceras, obsesionado por aniquilar cualquier rastro de ADN rival.

 

Relato presentado a la quinta convocatoria de Esta Noche te Cuento 2025, inspirado en ANIMALES

( https://estanochetecuento.com/22-a-que-huele-un-inocente/

viernes, 13 de junio de 2025

Amanece metrópolis

 Tralará

  Va despacio, porque le apena romper su sueño. Primero besa con dulzura su manita y después acaricia la mejilla sonrosada para despertarle. Él abre los ojos y protesta. No quiere ir, no le gusta el cole.

  La madre le hace cosquillas, le dice que, como los pájaros han cantado y las nubes se han levantado, hoy puede ponerse la camiseta de superhéroe. Que aún tiene millones de cosas que aprender, que jugará con sus compañeros en el recreo, que lo pasará chachi piruli. Y que cuando vuelva a casa con hambre de seis semanas, comerán ensalada, naranjitas y limones, como comen los señores.

  El niño corre hacia la escuela, como las liebres por el mar, escudriñando los árboles por si hay agazapado algún lanzador de piedras de los que hacen caer avellanas de los ciruelos.

  Ella lo vigila, desgarrada, desde la ventana. No es bonita, ni lo quiere ser, y, aunque sepa leer, escribir y la tabla de dividir, no se casará nunca con un rey que le pague las facturas. Así que, como cada día, se dirige a ese monte lleno de asquerosas sardinas donde trabaja intentando ser la más fea ante la mirada sucia del barquero.

  Va deprisa, harta de contar mentiras.

 

 https://amanecemetropolis.net/tralara/ 

viernes, 9 de mayo de 2025

Hasta el final

 


 

 

  Nunca imaginaron que su hermoso hogar se convertiría en una trampa. Con las articulaciones supurando óxido y el alma fatigada, fueron reduciendo su espacio vital a lo imprescindible y abandonando estancias de difícil acceso.

 Una tarde que densas nubes de alquitrán amenazaban tormenta, ella suspiró. Él adivinó el pesar en la nostalgia de sus ojos inquietos, se levantó de la butaca y la besó en la frente con devoción.

―Voy a subir.

  La mujer trató de disuadirle, pero el hombre, empecinado en la aventura de complacer a su dama, jadeó tozudo, peldaño a peldaño, hasta llegar arriba. Al cabo, asomó esgrimiendo triunfal una bolsa llena de libros.

  La ilusión de ella se tornó angustia al observarle descender en un equilibrio inestable que presagiaba el mal paso, la caída, el alarido e incluso el giro antinatural de la pierna huesuda sobre el descansillo. Impotente, llorosa, viéndole pálido, mudo y desvalido, se sintió desfallecer, su cabeza golpeó el pasamanos y, aturdida, aterrizó sangrando en el suelo.

  Quedaron ambos tan maltrechos e incapaces que, cuando recobraron el habla, convinieron en que el destino ya solo les dejaba un consuelo: que él leyera para ella en alto las novelas causantes de aquel fatal despropósito.

 

viernes, 21 de marzo de 2025

Amanece metrópolis

 

Romper la magia

  Era tal su felicidad cuando nos reencontrábamos cada verano en nuestro campamento que nunca me atreví a confesarle la verdad: que yo no tragaba fuego porque descendiera de dragones, que la barba de mi tía era falsa, que mi padre realmente no cortaba a mi madre en pedazos para después recomponerla, que la momia de loro azteca era una paloma disecada y el argonauta de la vitrina una curiosa especie de pulpo y no un héroe de la antigüedad castigado por los dioses. Pero aquella tarde decidí sincerarme por fin.

  La desilusión mitigó el brillo de sus ojos y yo me sentí pequeño y vulgar. Traté de hacer brotar su risa de cascabel con los viejos trucos de materializar el as de corazones rebuscando en su escote y rescatar una paloma blanca perdida bajo su falda, pero ella se sacudió las monedas de las orejas, y dio una patada a la  ristra de pañuelos de colores que me había sacado de la boca antes de besarla. Me miró como si le hubiera arrebatado la alegría de vivir.

 Me acusó de tomarla por una ingenua y, muy ofendida, desplegó unas alas irisadas que yo no le había visto jamás y echó a volar hacia el interior del bosque dejándome boquiabierto.


 

 

https://amanecemetropolis.net/?p=63815